lunes, 24 de marzo de 2014

Los trabajos de Hércules en Tartessos (I)

   Hércules fue el nombre que los romanos dieron al semidiós griego Heracles, hijo de Zeus y nieto de Perseo, quien cortó la cabeza de Medusa.
   Como era hijo de la mortal Alcmena, el padre puso al bebé a mamar de los pechos de su esposa, la diosa Hera. Al despertarse ésta y retirar airada al bebé, la leche que el niño estaba extrayendo formó un arco celestial de gotas, originando de ese modo la Vía Láctea.
    Enojada por la existencia del semidiós, de cuyas hazañas todos hablaban, años después, Hera causó un ataque de locura repentina en el héroe, durante el cuál Heracles asesinó a su esposa, hijos, dos sobrinos, y prendió la casa con todo su contenido. Cuando al fin recobró la cordura, horrorizado comprobó lo que había hecho y, dado que se había comportado como una fiera, se fue a vivir al bosque como tal. Su hermano Ificles dio con él y logró convencerlo para que fuera a Delfos, a conocer cómo el oráculo le haría purgar sus crímenes.
    Así lo hizo, debiendo realizar en un plazo de doce años los doce trabajos que le encomendara su mayor rival, Euristeo, rey ilegítimo de Tirinto y primo de Hércules, al que había arrebatado el gobierno en su ausencia.
   Como Euristeo le odiaba, envidiando a la vez la fortaleza del semidiós, le encargó las tareas más duras, a menudo teniendo que lidiar con los monstruos y las fieras más sanguinarias, esperando que muriera en alguna de ellas. De esta manera Heracles realizó seis tareas en el Peloponeso y otras seis por distintos lugares de Occidente. Pero para lo que interesa en esta entrada, nos fijaremos en los dos últimos trabajos que le llevaron a la Península Ibérica, a los confines del mundo conocido.

     Antes de pasar a analizarlos, diremos que todo este relato derivó de un poema –actualmente perdido- escrito hacia el 600 a.C. por Peisandros de Rodas. Por suerte, ese escrito gozó de tal popularidad que fueron frecuentes las diversas versiones y decoraciones en cerámicas, de manera que han pervivido hasta nosotros, posiblemente con bastantes modificaciones con respecto a la versión inicial del relato. Aún así hay autores que creen encontrar una equivalencia entre estas tareas y el Zodiaco, de manera que pudo ser una manera de aprenderlo. Otros historiadores han creído ver en esta leyenda aportes de culturas más orientales, e incluso algunos escritores como Juan G. Atienza llegaron a plantear la posibilidad de que se tratase de un relato originariamente autóctono de la Península Ibérica, dado el arraigo que este semidios tiene en sus tradiciones. Por su parte, Ruck y Staples consideran que la gran mayoría de los lugares donde Hércules realiza sus tareas eran lugares de culto de la diosa Hera, de la Madre Tierra. En este sentido sería un héroe solar más (el eterno mito del rey sagrado) dentro de los cultos matriarcales ancestrales.

   El décimo trabajo del héroe consistió en arrebatar al gigante Gerión sus “toros rojos”. Gerión, hijo de Crisaor y Calírroe, es descrito como un enorme personaje con tres torsos. Según algunas interpretaciones, podría corresponder al hecho de que reinaba sobre tres estados. Vigilando el ganado vacuno se encontraba Euritión y el perro de dos cabezas (tres, en otras versiones), Ortro, hermano del vigilante del inframundo, Cerbero. El semidios logró matar a ambos, llevándose consigo el ganado, pero fue alcanzado por Gerión. En el transcurso de una encarnizada lucha, Hércules logró atravesar los tres torsos del gigante con una lanza mojada con la sangre de Hidra (monstruo al que mató en su segundo trabajo), matándole y desmembrando sus torsos.
     Tras esto, partió rumbo a Micenas pero durante el viaje, según algunas leyendas, el gigante Caco aprovechó que el semidiós dormía para arrebatarle el ganado, que escondió en su cueva.
     Mientras que Eslava Galán menciona tradiciones que ubican a Caco y su cueva en Martos (Jaén), Sánchez-Dragó se apoya en otras para considerar que realmente habitaba en el Moncayo (en la frontera entre Soria y Aragón) y de ahí precisamente procedería el nombre de la elevación: monte Caco, Moncayo. Como era de esperar, Heracles dará muerte al ladrón y trasladará a los toros a Micenas.
    
    Y aquí aparece la interpretación que Atienza realiza de esta historia y que es el hecho de llevar a la capital griega los conocimientos de la ganadería, dado que allí llegarán los toros, vacas y bueyes de Gerión. Por cierto que este rey gigante habitaba en la isla de Eritrea, identificada con Cádiz por algunos y con Huelva por otros, según recogió Adolf Shulten en su libro “Tartessos”.
    ¿Y cómo llegó Heracles a esta isla del sur de la Península Ibérica, situada al otro lado de las columnas de Hércules? Pues de una manera bien curiosa. Debido al gran calor que desde Libia estaba soportando el semidios, comenzó a disparar flechas al sol hasta que Helios le suplicó que parara con tan incómoda actitud. El semidios consintió, a cambio de que le prestara la copa de oro que usaba Helios para cruzar el mar cada día durante el amanecer y el atardecer. Curioso, ¿no?, nada de barcos, sino una enorme copa –o ensaladera, tal vez–, así que a juzgar por la indumentaria y armas del héroe, ¿sería muy arriesgado suponer que en el tiempo en que se concibió esta leyenda de los doce trabajos, en Grecia continental se tenían pocos conocimientos de la navegación?. Recordemos que el semidios viste la piel del león de Nimea (primer trabajo) sobre su cabeza y hombros, empuñando una gran estaca de madera (basto), lanza, y algunas flechas.Todo ello muy neolítico, si no anterior en el tiempo.

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