sábado, 21 de junio de 2014

Calumnias sobre el Temple


       Estaba hoy mirando uno de los capítulos de la serie del canal de Historia llamado "Templarios", concretamente el episodio sobre el grial, y no he dejado de asombrarme por varios hechos.
        En primer lugar, que den por cierto que los templarios en sus ritos iniciáticos orinaban y escupían sobre la cruz. Estas fueron varias de las acciones que confesaron muchos templarios duramente torturados durante el proceso que supuso la extinción de la orden.

     Fueron muchos los templarios que murieron durante esas torturas por no querer admitir esas acusaciones. Y fueron otros muchos los que, andes de arder en la hoguera, admitieron haber hecho esas y otras atrocidades para poner fin a su suplicio, si bien antes de ver a Dios en persona admitían haber mentido y confesaban públicamente que eran calumnias, un conjunto de mentiras urdidas por los soldados del rey francés Felipe El Hermoso para disolver al Temple, salvándose así el rey de tener que pagar la enorme deuda con ellos contraída y quedarse a la vez con los tesoros de la orden.
  
     De hecho, el último Gran Maestre de los templarios, Jacques de Molay, murió en una pira funeraria construida en una isla del Sena, frente a Notre Dame de París, en compañía de otros senescales y cargos importantes de la orden. Pues bien, antes de ser atado al palo central de la pira, como se muestra en la imagen, de Molay denunció a grandes voces las calumnias y conspiración del rey francés contra ellos, obligando al Papa –que ocupó dicho cargo gracias al apoyo del monarca francés- Clemente V a condenar al Temple. De Molay se declaró tan inocente de los cargos, tanto contra él como contra su orden, que imploró acuciantemente la intercesión de Dios. Es un hecho curioso que ni el Papa ni el propio rey Felipe el Hermoso pudieron vivir para celebrar el aniversario de la ejecución del Gran Maestre.
 

    En segundo lugar, me sorprende que mantengan que, en el rito de entrada en la orden, los acólitos eran abofeteados “para que no lo olviden”. Esto es algo que vi por primera vez en la película de Ridley Scott “El reino de los cielos”. Y para ser francos, no sé si lo tomaría del rito de alguna otra orden como los teutones (de hecho, uno de los protagonistas de la película vestía la característica ropa teutónica: negra con cruz paté blanca en su pecho). Pero en el Temple eso no se hacía. O para ser más objetivos, no hay constancia de ello ya que no existe documento original alguno que atestigue los ritos seguidos en una de las ceremonias de investidura de un nuevo miembro de la poderosa orden.

     En tercer lugar, ¿cómo es posible que digan que el Temple renegaba tanto de la cruz que no se conoce ningún Cristo crucificado templario?. Sólo en la provincia de Soria se conocen y conservan al menos tres: el de la encomienda de San Polo (por donde pasearía siglos más tarde Antonio Machado y su joven esposa Leonor), actualmente en la iglesia de San Juan de Rabanera; el de la villa de las tres culturas, Ágreda, y el de Ucero, cerca del cañón del río Lobos. En la imagen se muestran, de izquierda a derecha, el de San Juan de Rabanera, el de Ucero y el de Teverga, en Asturias.

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