jueves, 11 de junio de 2015

El Código Durero


   Uno de los libros más vendidos de los últimos tiempos ha sido “El Código Da Vinci”, debido a que su autor, Dan Brown, supo combinar la fascinación que crea Leonardo Da Vinci (sabio en las más numerosas materias), un código o gran secreto codificado que trata de desvelarse y una información que toca de lleno a una de las principales religiones monoteístas, la cristiana. Sin embargo, existe otro gran sabio, también pintor, que muy posiblemente dejó secretos escondidos en sus cuadros. ¿Me acompañan?.

    Para ello debemos ir hasta Alemania, concretamente hasta Núremberg, siglo XV d.C. Allí nos toparemos con un hombre de Ciencia tan genial como Da Vinci, un auténtico hombre renacentista, en el sentido de ser un hombre versado en las más diversas materias científicas: Química (Alquimia), Filosofía, Simbolismo, Geometría,… Me estoy refiriendo al pintor Albrecht Dürer, más conocido como Alberto Durero (1471-1528). Viajó por Italia en al menos tres ocasiones, empapándose del saber y de las diversas artes que allí florecían. Y legó a la posteridad bellos cuadros cargados de simbolismo. Se sabe que al menos en una ocasión se entrevistó con el emperador español Carlos I (nieto de los Reyes Católicos y padre del futuro Felipe II) y que durante el trayecto escribió un libro relatando su viaje, que posteriormente se publicó. También escribió otras interesantes obras, centradas en la proporción aúrea, similares a los trabajos que Da Vinci haría para ilustrar la obra del matemático Paccioli (su famoso “Hombre de Vitruvio”).


 En la imagen, portada de uno de los libros de Durero sobre las proporciones en el ser humano, firmado con su característico, anagrama formado por sus iniciales AD y una página del trabajo de Leonardo Da Vinci con su archifamoso dibujo de la divina proporción.

      Por falta de espacio prescindiré de la información relevante a su vida que se puede encontrar en cualquier libro, enciclopedia o página web de divulgación, para centrarme en detalles que me han llamado la atención en sus obras. Observemos por ejemplo la siguiente imagen donde se recogen dos hojas con diversos bocetos de Durero y un Ecce Homo bastante aburrido, con corona de espinas y sosteniendo él mismo el látigo y manojo de hojas secas usado para lacerar su cuerpo. Extraña forma de representar la Pasión de Jesús. Show must go on?.

       Si observamos la primera hoja con grabados de manos, destaca la del puño cerrado con el pulgar enhiesto. Era uno de los gestos más…”políticamente incorrectos” de su época, por así decirlo, equivalente  a la grosera "peineta" utilizada hoy día para ofender a la persona a la que se muestra ese gesto. Curiosas pinturas con las que se ejercitaba, ¿no?.
        Pero es que si contemplamos los grabados que hizo el pintor sobre La Caída del Hombre, Adán y Eva, encontraremos curiosamente detalles que pueden verse también en la controvertida obra del genial Miguel Ángel en la Capilla Sixtina y que ya comenté aquí. Así, aparte del hecho (resaltado) de que los primeros seres humanos creados tuvieran ombligo, la serpiente (con varios alfileres en su cabeza) entrega la manzana del conocimiento a Eva, quién, para sorpresa de todos, esconde otra manzana que ella ya poseía. Además, aunque Adán sostenga una rama de otro árbol distinto del manzano (árbol del conocimiento), con su mano está pidiendo la manzana a Eva. Según las Escrituras “el pobre y bueno de Adán” se dejó convencer por la pérfida Eva, algo que Durero no muestra en absoluto. Y como Miguel Ángel hiciera, en la expulsión del Paraíso pone al ángel echando y amenazando a Adán, no a Eva.


         En verde he resaltado “cosas curiosas” del grabado relativo a la expulsión, como la cabeza de perfil, con oreja y todo, que aparece en una de las alas del ángel, la calavera mirando a ambos seres humanos expulsados, que se forma con los pliegues de ropa del codo del ángel, o la cara que aparece en una hoja contemplando la escena (¿Dios omnipresente?).
          Pero si hay un cuadro de Durero que sorprenda, ese es sin duda alguna el “Melancolía I”.


        En el cuadro aparece un ángel enfadado, rodeado por diversos objetos (una esfera, un galgo famélico, diversas herramientas, un reloj de arena, un angelote sentado sobre una rueda de molino, una escalera, una balanza, …). ¿Qué significa todo esto?. Si miramos detenidamente, el enfadado ángel tiene un libro cerrado en su regazo pero posee un compás en sus manos y un manojo de llaves a su cintura. Las llaves siempre han simbolizado la posibilidad de descifrar algo que permanecía oculto. Diríase que el ángel trata de conocer a Dios, acercarse a su naturaleza divina, no mediante las Escrituras sino por las matemáticas, al más puro estilo pitagórico y posteriormente masónico. Así Dios aparece indirectamente representado como el Divino Geómetra. En este sentido, si miramos en la pared, junto al reloj de arena, aparece un cuadro mágico ya que posee 16 números en líneas de 4 celdas cada una, tanto horizontal como verticalmente. Si sumamos las cifras de cada fila, vertical, horizontal e incluso en ambas diagonales, obtendremos siempre el valor de 34. Pero es que 3 + 4 = 7, el número de la perfección para Pitágoras (en la última fila el pintor añadió además el año de realización del cuadro, 1514). Igual ocurre con la esfera, que representa la perfección, en lugar de los poliedros irregulares como el que aparece junto a la escalera ascendente. Todo en este cuadro revela la necesidad de partir desde lo material e impuro para trascender y llegar a lo perfecto. Por cierto que si observamos al fondo veremos a Dios representado por una pirámide que emana un rayo de cegadora luz (¿conocimiento?) desde su vértice superior.
      Ambos ángeles, que se devanan los sesos para dar con la esencia de Dios, se encuentran junto al poliedro irregular mientras que el pobre animal esquelético que parece ajeno a todas esas pretensiones, se sitúa junto a la perfecta esfera. ¿Una lección filosófica?.
      Podría continuar añadiendo más curiosidades, si bien por no cansar al lector me reservaré la información para otra entrada en la que además de Durero hablaremos de los muchos puntos en común que con este cuadro de Melancolía I tendrá otra obra también famosísima, de otro singular autor. Me estoy refiriendo a la colosal Sagrada Familia del insigne arquitecto Antoni Gaudí. Pero como digo, eso será en otro momento.


5 comentarios:

  1. De nuevo me sorprende la precisión con la que interpreta la simbología oculta en una obra de arte. Durero es uno de mis pintores preferidos. La animo a seguir por este camino. Pocas veces se leen trabajos tan certeros, serios y amenos en este tema.
    Gracias

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por sus palabras. Ahora mismo me encuentro documentándome y contrastando información y fuentes con las hazañas de Blas de Lezo en su defensa de Cartagena de Indias (y la indignante campaña que hizo Inglaterra vendiendo como victoria, tan clamorosa derrota). Pero cuando acabe me centraré en los puntos en común entre Durero y Gaudí, muy interesantes. En breve, lo prometo.

    ResponderEliminar
  3. Muy interesante. Mis felicitaciones. No debe temer extenderse pues, para quien busca la luz, el vasto contenido de las llamas no le son suficiente.

    ResponderEliminar
  4. Muchas gracias, Sr. Jacob, por sus palabras pero es que al tratar la cuestión del genial Durero me encontré en una disyuntiva curiosa pues sintetizar su vida, conocimientos y logros para gentes que lo desconocen podía resultar sumamente tedioso mientras que por lo contrario, para aquellos versados en estas cuestiones del simbolismo y filosofía subyacente, podrían saberle a poco.¿Solución? centrarme en detalles tal vez desapercibidos de su obra. Por cierto que permítame tomarme la licencia de invitarle a leer mi entrada sobre Gaudí y Durero:http://valeriaardante.blogspot.com/2015/06/la-sagrada-familia-gaudi-y-durero.html Un saludo.

    ResponderEliminar
  5. 😱😱😱😱😍👏👏👏👏

    ResponderEliminar