lunes, 4 de enero de 2016

El misterio de Pohnpei

            La isla de Pohnpei se encuentra en las islas Carolinas y pertenece actualmente a los Estados Federados de Micronesia. Las islas Carolinas fueron descubiertas el 22 de agosto de 1526 por el explorador español, Toribio Alonso de Salazar, quien descubrió igualmente las islas Marshall. Moriría de escorbuto ese mismo año de 1526, junto con gran parte de sus marineros. Siguiendo los pasos de este vizcaíno, el 1 de enero de 1526, Alonso de Saavedra tomaría posesión de las islas en nombre del rey de España. En 1537, Hernando de Grijalva avistaría y dejaría consignada en su diario, la existencia de unos atolones, posiblemente los de Kapingamarangi y Nukuoro. Habría que añadir, en 1543, los que sumaría Ruy López de Villalobos (el atolón de Eniwetok en las islas Marshall, el de Fais en Yap y la isla de Peleliu, de las islas Palau). Sin embargo, nada en estas islas presagiaba la gran sorpresa que se llevarían los visitantes europeos al visitarlas.


            La isla de Pohnpei, conocida por los españoles como Ponapé (los ingleses la llamarían más tarde, Ponape), fue visitada por vez primera por un europeo en 1595. El portugués y militar español (entonces Portugal pertenecía al Imperio Español), Pedro Fernández de Quirós, estuvo fondeado el 23 de diciembre de 1595 en las aguas de la isla, aprovisionando el galeón español que gobernaba, el San Gerónimo.

Distintos reconocimientos a las expediciones de Pedro Fernández de Quirós. Busto y placa conmemorativa en Camberra (Australia).

A este militar español le persigue una gran polémica ya que son muchos los investigadores que le atribuyen el descubrimiento de Australia (denominándola “Australia del Espíritu Santo” , dándole incluso su nombre), bastantes años antes que Willem Janszoon o James Cook, entre otros exploradores que se llevaron el mérito. Cabe citar a los académicos Patrick Francis Moran, John Toohey e incluso el poeta James McAuley quien defiende esta teoría en una de sus composiciones. No serán los únicos ya que en 2013 salieron a la luz en Nueva Gales del Sur, documentos inéditos del marino español que respaldarían estas afirmaciones (para más información, picar aquí). En la siguiente imagen se puede ver una escultura de cuerpo entero de Pedro Fernández de Quirós en la ciudad de Sydney (Australia), así como el documento escrito por el propio explorador y traducción al inglés del párrafo donde tomaba posesión de las tierras australianas en nombre del rey español, de la estirpe de "los Austrias"(de donde viene el nombre), el 14 de marzo de 1606, día de Pentecostés.


            Pero regresando a las islas Carolinas y a Ponapé (Pohnpei), la mayor de todas las islas del archipiélago, en ella se instalaron los españoles y la nominaron isla de Santiago de la Ascensión, capital de las Carolinas por aquel entonces y durante varios siglos después.
            En estas islas existen vestigios de lo que se ha dado en conocer como “La Venecia del Pacífico”, construida por el apilamiento de columnas basálticas y realizadas hacia el siglo XIII d.C. Son, fundamentalmente, las ruinas de Lelu (isla de Kosrae, 1.400 D.C.) y Nan Madol (isla de Ponapé, 1.000 D.C.). De acuerdo con los investigadores, las islas se poblaron en dos oleadas distintas. Una primera, constituida por astronesios procedentes del sureste asiático. Posteriormente, hacia los siglos III-VIII d.C., llegaría una segunda oleada de gentes de la Polinesia, mezclándose sus pobladores. ¿Fueron ellos los que construirían estas dos ciudades unos tres siglos más tarde?.
Lo cierto es que se desconoce quiénes construyeron estas urbes de 75 Ha (Nan Madol) y 20 Ha (Lelu), abandonadas hacia 1.500-1.600 d.C. Se cree que la mayor ciudad llegó a albergar  25.000 habitantes. Preguntados los nativos al respecto, dijeron que esas ruinas ya existían cuando ellos llegaron, así que se desconoce prácticamente todo del pueblo constructor (actualmente se le designa como Dinastía Saudeleur), que contaba con un avanzado conocimiento arquitectónico puesto que construyeron hasta 91 islotes artificiales de base cuadrada apilando basalto columnar y roca coralina de arrecife, alcanzando algunos los 110 x 115 metros de superficie y separados por calles acuáticas rectas. Casi todos estos islotes estaban fortificados, en ocasiones con murallas de hasta 6 metros de altura, lo que evidencia la situación bélica en la que vivieron.

Plano de las ruinas de Lelu (Sarfert, 1919) y reconstrucción de cómo se cree que era durante su funcionamiento y ocupación nativa.

Lo más curioso de todo es que no existe una sola referencia a estas ruinas por parte de los primeros exploradores europeos pero los propios españoles sufrieron la belicosidad de los nativos cuando en 1887 arrasaron la colonia española matando a todos sus pobladores. Posteriormente, el comandante Díaz Varela dirigió una expedición española que retomó el control de la zona, reconstruyendo la ciudad y construyendo recias fortificaciones que harían desistir a los nativos de atacar a los europeos. Posteriormente la isla sería vendida a Alemania en 1898 que, como deferencia hacia los españoles, la denominaron Kolonia.
Durante el siglo XIX y primera mitad del s. XX fueron numerosos los autores que trataron de ubicar los restos del mítico continente Lemuria (equivalente a la Atlántida, en el Pacífico) en estas islas, a pesar de las dataciones tan modernas de dichas ruinas. Para ellos, formarían parte de ese continente  junto con las ciudades actualmente sumergidas de la costa de Taiwan y tradiciones similares en Hawai, hasta las dudosas ruinas sumergidas de Yonaguni (Japón). Cómo no, incluso hubo quién atribuyó las ciudades de Ponapé a los socorridos extraterrestres, con von Däniken a la cabeza.

             Como se aprecia en las imágenes, estas ruinas se han realizado apilando ingentes columnas de basalto natural que afloran al otro lado de la isla de Ponapé. El problema es que hay gran cantidad de manglares en la superficie, de forma que lo más factible sería transportar el material por la costa en barcazas, aunque existen leyendas orales que hablan de la existencia de canales que atravesaban por completo la isla, pero que se desplomaron y desaparecieron hace tiempo.
Tomemos como referencia uno de los edificios posiblemente administrativos de la ciudad de  Nan Madol, construido con 32.000 bloques. Por extrapolación, algunos investigadores estiman que para las ruinas de la urbe se debieron usar más de 400.000 bloques. ¿Cuántos viajes en barca supondrían?; pues al ser de roca basáltica, el peso de cada uno de ellos es más que considerable.

            Con todo, consideremos que tras dar más vueltas que un hámster en su noria, consiguieran llevar todos los miles de bloques al lugar designado. La pregunta que surge es, ¿por qué allí?. El emplazamiento carece de valor estratégico y no parece contar con más accesibilidad a agua dulce que otra zona de la isla más próxima a la cantera de los pilares basálticos. La única explicación factible es que estuvieran a resguardo de peligrosas corrientes o alejados de posibles enemigos contra los que levantaron sus empalizadas de piedra.
            Al transporte en barca habría que añadir el problema de los numerosos edificios coralinos que entorpecen bastante la navegación al aflorar prácticamente en superficie en no pocas zonas. Una vez descargados los miles de pilares habría además que contar con suficiente tecnología para apilar las rocas, distribuirlas y construir los canales inundados con agua, entre otros detalles. En resumidas cuentas, fue todo un reto de ingeniería civil en pleno siglo XII-XIII. Lo que no deja de sorprenderme es el hecho de que, tras tomarse la molestia de estas dos construcciones (si no más, pues las tradiciones orales hablan de alguna otra sumergida), la sociedad pasara a tal grado de abandono y amnesia que tras la llegada e instalación de los españoles, apenas por las mismas fechas de decadencia de esta sociedad, ningún nativo las mencionara a los recién llegados ni éstos (ni ningún otro explorador europeo) reparara en tales ruinas.

Detalle de la localización de la isla de Kosrae y dentro de ésta, de la situación de las ruinas de Lelu respecto a las canteras usadas (Quarry, en inglés).

            Para acabar de rizar el rizo, todos estos autores amantes del misterio terminaron recurriendo a tradiciones nativas que dicen que el nombre de Pohnpei significa “sobre el secreto” puesto que parece ser que la isla se ubica sobre una enorme construcción natural oculta por sedimentos y vegetación. Lo que yo me pregunto es por qué antes de que comenzaran a surgir todas estas leyendas misteriosas y llenaran legiones de turistas amantes del misterio a las islas, los habitantes no sólo parecían no recordar tales leyendas sino que desconocían quién construyó las ruinas a las que no daban demasiada importancia.

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