jueves, 22 de diciembre de 2016

Y llegó el solsticio de invierno


La madrugada del pasado 21 de diciembre fue el solsticio de invierno, la noche más larga del año en el hemisferio norte (la más corta en el hemisferio sur). Era un momento mágico para nuestros antepasados, que vivían más apegados a la tierra y a sus ritmos naturales. Creían que en esta noche más larga las fuerzas maléficas libraban una terrible batalla con las fuerzas benéficas, mientras las sombras iban apoderándose cada vez de más horas de oscuridad. Las terribles tormentas de otoño se interpretaban además como parte de estas tremendas peleas, hasta que finalmente las fuerzas benéficas salían vencedoras por un largo año más, hasta el solsticio de verano, en el que tendrían que volver a librar la misma cruzada. A partir de la madrugada del solsticio de invierno, la luz iba ganando poco a poco, jirón a jirón, espacio a las sombras.
Tan mágico era este momento, que los antepasados lo dejaron consignado en sus construcciones, de una manera igualmente mágica. Hoy veremos algunos, de entre los muchos que hay en nuestra bella geografía.


Pongamos de fondo una bonita melodía, de la mano de Maikel de la Riva (antiguo cantante del desaparecido grupo cordobés "El Hombre Gancho"), cantando acompañado de Leiva (del también disuelto grupo "Pereza"):




Los solsticios ocurren por la inclinación del eje central de nuestro planeta, cusando que, a lo largo de la órbita que describe la Tierra en torno al Sol, los rayos que inciden sobre la superficie de nuestro planeta lleguen de manera desigual.

            Nuestros antepasados del Neolítico ya habían aprendido a entender el ritmo de las estaciones y predecir el clima y los eventos que estarían por venir, atendiendo la posición de las constelaciones, del Sol y de la Luna. De esta manera orientaron determinadas construcciones de manera que en estas fechas mágicas de los solsticios el primer rayo solar de la mañana “bendijera” el lugar, celebrando así que las deidades benignas habían sobrevivido y seguían en pie para proteger a los humanos y demás criaturas del planeta.
            De esta forma, en monumentos megalíticos con más de 3.000 años de antigüedad, en todos los solsticios desde hace más de 5.000 años vienen sucediéndose estos bellos fenómenos lumínicos. En las imágenes, el solsticio de invierno en el sepulcro megalítico de Huerta Montero (Almendralejo, Extremadura) y en el dolmen cueva del vaquero (Alcalá de Guadaíra, Andalucía). Es de suponer que para los constructores de megalitos, este fenómeno supondría el triunfo de la vida con respecto de la muerte, suponiendo un renacer y dando esperanzas en la vida tras la muerte.


             Las logias de constructores, que durante la Edad Media transformaron el aspecto de nuestro país con los miles de ermitas, iglesias y catedrales que se alzaron hacia el cielo, tenían entre ellos a sabios constructores que bebían del saber ancestral de las culturas milenarias, por lo que también ellos decidieron sacralizar este fenómeno lumínico, orientando los templos de manera que en estas fechas tan señaladas, el primer rayo de luz incidiera sobre el lugar considerado más sagrado de todo el santuario. Muchas de estas logias estuvieron amparadas por el ejército más profesional, eficiente y temido que existió en la Edad Media: la orden del Temple. En la imagen, bello fenómeno lumínico que ocurre en el solsticio de invierno en la catedral templaria de Palma de Mallorca Baleares).

            Los solsticios se convirtieron en dos fechas mágicas del año, en las que triunfaban los opuestos, en continua lucha pero a la vez vinculados entre sí, incapaces de existir una fuerza sin la otra. Hasta tal punto es así que ya en la religión egipcia se libraban trascendentales batallas en estas fechas, lo que copiarían nuevos cultos. En las culturas orientales, por ejemplo, el dios Mitra nacerá el solsticio de invierno y son muchos historiadores e investigadores los que creen que las primeras creencias cristianas hacían coincidir el nacimiento de Jesucristo con este solsticio, de manera que el aumento de las horas solares con respecto a las nocturnas a partir de ese día, se interpretaría como el triunfo del nuevo dios cristiano sobre las deidades paganas de la antigüedad. De hecho, el día más largo del año -el solsticio de verano- correspondería al nacimiento de Juan Bautista (la noche de San Juan), que no sólo precedió a Jesucristo, sino que llegó a bautizarle. Edificios como la Sinagoga del Agua (en Úbeda, Andalucía), celebraban ambos momentos de un modo especial.

             También el capitel que representa el rostro del rey de Aragón en la iglesia románica de Agüero (iglesia de Santiago) es iluminado por el primer rayo diurno en el solsticio de invierno.

            Por su parte, en la iglesia zamorana de Santa Marta de Tera (Castilla y León), románica de origen posiblemente visigodo, durante los dos equinoccios del año (el de primavera el 21 de marzo, y el de otoño el 23 de septiembre) el primer rayo de luz solar incide sobre un capitel que representa a dos ángeles sosteniendo una mandorla en cuyo centro está la Virgen (imagen siguiente), pasando después a iluminar otro capitel con similar representación, aunque en esta ocasión es santa Marta ascendiendo a los cielos.
           
            Este saber marchará con los españoles al Nuevo Mundo, de manera que en sus nuevas construcciones en esas lejanas tierras también decidieron reproducir este fenómeno. De acuerdo con las investigaciones del periodista Rubén G. Mendoza, 14 de las 21 misiones españolas californianas presentan estos fenómenos (aquí). Es el caso, por ejemplo, de la Vieja Misión de San Juan Bautista, en California, donde en el solsticio el primer rayo solar de invierno incide en el sagrario del altar mayor, ante el goce de los fieles allí reunidos. Lo mismo sucede en la Capilla del Presidio Real Español de Santa Bárbara, en California, ambas en la imagen a continuación.


    Pues bien, este año, una vez más, la luz ha ganado su batalla a las sombras. Disfrutemos pues, agradecidos del espectáculo, y asumamos la responsabilidad de disfrutar la luz y expandirla lo mejor que podamos, por humanidad y tributo a los que se fueron, al menos hasta el solsticio de verano, cuando las fuerzas oscuras de nuevo tratarán de ganar su pulso a la luz. ¿Lo lograrán esta vez?.


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