jueves, 10 de abril de 2014

Los fieros guerreros iberos


          Si tenemos por cierto lo escrito por cronistas de la época, cuando los colonos griegos y los invasores romanos arribaron a la Península Ibérica se sorprendieron al encontrar pueblos costeros (constituidos por diversas tribus iberas) en un avanzado grado de civilización, muy similar a la de los recién llegados. Tal es así, que los romanos denominaron “togati” a estas gentes de la Bética, por adquirir rápidamente las costumbres romanas, destacando la de llevar las características togas latinas.
            No obstante, el que pueblos extranjeros insistieran en ese grado de civilización puede llevar a pensar que estos pueblos peninsulares eran pacíficos y mansos. Nada más lejos de la realidad, como vamos a ver.

            Como toda sociedad avanzada que se precie, la sociedad ibera estaba jerarquizada en castas laborales, en las que destacaba la militar. Un porcentaje elevado de los hombres de cada población se decantaba por el ejército y en cada tribu había un reyezuelo o jefe que solía disponer de su personalizada y leal guardia pretoriana.
          En la imagen se muestran, en la parte superior, detalles de un relieve de un guerrero ibero (s. V a.C.) hallado en Osuna (Sevilla), mientras que en la línea inferior aparece un guerrero de Porcuna (Jaén, s.V a.C.) tallado en piedra, así como la reconstrucción del aspecto que debió tener un soldado ibero, una estatuilla votiva procedente de Despeñaperros (Jaén) y un torso de la estatua de un guerrero ibero hallado también en Jaén.
De acuerdo con Tito Livio, los soldados iberos solían llevar sus cuerpos cubiertos por túnicas blancas únicamente decoradas con un ribete rojo, lo que posiblemente motivó que los romanos vieran a la población masculina muy dispuesta a llevar las túnicas latinas, cuando posiblemente se limitaban a seguir con sus particulares estilos de vestir pero adaptando tejidos importados de Roma, a modo de distinción social.
Si nos fijamos en los hallazgos arqueológicos, los soldados iberos vestían la característica túnica que les llegaba a la cintura, para no entorpecer el movimiento de sus piernas. No es nada nuevo, los propios griegos solían llevar el pecho cubierto y de cintura para abajo llevaban todo al aire, si nos fijamos en las representaciones; algo similar ocurría con los romanos. Fue en Hollywood cuando se alargó la longitud de las “faldas”; lo justo para no dejar los órganos sexuales a la vista, como realmente vestían, tal y como se aprecia en la imagen.
          Siguiendo con la indumentaria del guerrero ibero, sobre la túnica, en el pecho y la espalda, llevaban un refuerzo de cuero con alguna decoración metálica, generalmente de cabezas de leones, toros o caballos en bronce (que brillarían con sus tonos dorados). También de cuero eran las muñequeras y tobilleras y posiblemente una parte del escudo, que solía ser de madera (para darle ligereza), reforzado con algún elemento metálico central. En la cabeza, como se observa en la estatua de un guerrero ibero hallado en Porcuna (Jaén), solían llevar cascos redondos, de los que sobresalía algún adorno en su punto más alto.
Pero si hay algo que fascinó sobremanera a los colonizadores y cronistas griegos fue la bravura que mostraban los soldados iberos, sin manifestar el más leve resquicio de temor, a pesar de hallarse en inferioridad numérica. Relatan que solían continuar luchando en el campo de batalla aun cuando estuviera la confrontación ya perdida.
Tanto impresionaron a griegos y romanos que no dudaron en contratarlos como mercenarios de sus propios ejércitos. De hecho, se sabe que participaron soldados iberos en el sitio al que los ejércitos romanos sometieron a Numancia (Soria), la capital celtibera.
Otro de los aspectos que destacaron los cronistas fue la lealtad que mostraban los iberos mediante pactos ya mencionados en la entrada relativa al ejército celtibero. De acuerdo con ellos, los guerreros iberos se mataban al fallecer el líder al que servían, cual samuráis del Lejano Oriente; algo que, en más de una ocasión, fue usado por los ejércitos extranjeros para hacer que los fieros guerreros iberos se aniquilaran a sí mismos.

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