domingo, 8 de mayo de 2016

El Escorial, un laberinto de piedra

        Hace ya unos meses que me acercaba brevemente al monasterio y palacio real de El Escorial para analizarlo desde una perspectiva simbólica (aquí). A pesar de hablar de varios aspectos curiosos, quedaron otros muchos en el tintero, que hoy vamos a tratar. ¿Me acompañan?.


            En El Escorial, quizá como en el propio monarca Felipe II, nada es lo que parece. Así, a pesar de ser el palacio real del mayor imperio de su tiempo (y por varios siglos más, no está de más recordarlo, por mucho que otros anglófilos se empeñen en inventar que el imperio británico comenzó a hacer sombra al español por esta época, lo que es rotundamente falso), será el primero de todas las cortes europeas que no se muestre como centro, en lo referente a ocupar una enorme planicie destacando la imponente entrada del palacio para decir “a buen entendedor” que su monarca es todopoderoso. Curiosamente el monarca que sí lo era en esos momentos, Felipe II, en cuyo imperio nunca se ponía el Sol -recordemos que abarcaba desde España y Portugal, incorporada al imperio por el almirante D. Álvaro de Bazán, pasando por África, América y Asia (también lo vimos aquí)- decidió construir su palacio en una planicie …pero vuelto hacia la sierra de Guadarrama, hacia el pico Abantos. Toda una declaración de principios, me atrevería a decir.

Lo que lleva a la conclusión, idea que siempre he sostenido, de estar de nuevo ante una mala prensa extranjera, que hace de Felipe II un fundamentalista cristiano, más inquisidor que los inquisidores dominicos. Rotundamente falso, por mucho que muchísimos biógrafos de este monarca insistan en dar esta visión de él. Ya vimos en la entrada anterior sobre El Escorial que sufragó un enorme laboratorio dedicado a la Alquimia, práctica perseguida por la Inquisición. También se dijo que puso como bibliotecario al sabio Arias Montano, quién precisamente se salvó de la persecución inquisitorial porque el mismísimo rey frenó a los dominicos. Con todo, Arias Montano se vio obligado a “autodesterrarse” cual asceta medieval, a la telúrica sierra onubense de Aracena (Huelva), donde Felipe II acudió a visitarle en un par de ocasiones.
Por expreso deseo del monarca, Arias Montano tuvo vía libre para adquirir todo tipo de tratados que considerara imprescindibles, llegando a obtener muchos títulos perseguidos por la Iglesia. Felipe II hizo especial hincapié en el sabio mallorquín Ramón Llull, enviando a su bibliotecario a la isla para hacerse con todos los ejemplares que encontrara de la obra de este cabalista, al que el rey leía con avidez.
Por expreso deseo del rey, se edificará su palacio en un macizo rocoso de gran energía telúrica, cerca de diversos santuarios prerromanos y orientando su puerta principal hacia la montaña. En su interior, como se ha visto, instalará un gran laboratorio con el objetivo de desentrañar lo particular de cada una de las sustancias existentes en la naturaleza, cerca de un enorme compendio de todo tipo de tratados herméticos, en distintas lenguas y de diversas épocas, traidos de todos los rincones del mundo conocido. Me atrevería a preguntar qué parte de todo esto lleva a suponer que este monarca era un cristiano recalcitrante, obtuso y cerrado en dicha religión.


            Por tanto, todo el que llegara desde Madrid al Escorial se encontraba con una parte de la fachada, cuyas puertas de apariencia principal correspondían en realidad al servicio. Si se deseaba acceder al recinto y no se pertenecía al ejército de personas que atendían las necesidades reales, debía recorrerse toda la fachada hasta llegar a la puerta principal. Una vez dentro, los grandes reyes sabios bíblicos nos observaban desde las alturas. Aquí, durante muchos años, se oficiaba misa, siendo ocupado este primer patio por los civiles que decidieran atender la misa que el propio monarca frecuentaba. De aquí en adelante estaba prohibido el acceso a todo civil ajeno al servicio. Entonces, ¿por qué esa enorme entrada? ¿Qué deseaba destacar la entrada principal? ¿No se lo imagina el lector, a estas alturas? Pues ni más ni menos que todo el compendio del saber que se guardaba en el palacio, ya que precisamente en la segunda planta de esta fachada se encontraba la enorme biblioteca.
            Decíamos que los biógrafos de Felipe II no dudan en mostrarlo más intransigente con las corrientes filosóficas que los propios Reyes Católicos, y sin embargo los frescos que contrató para que adornaran su enorme biblioteca señalan todo lo contrario. Al dar un paseo por este bello recinto, os saldrán al paso las distintas ciencias y artes: la Geometría, con compás y escuadra; la música, con distintos músicos haciendo sonar los instrumentos; La Dialéctica, La Retórica, con el Caduceo del dios Hermes…pero además veremos a grandes sabios de la Antigüedad distraídos en sus quehaceres, tales como Arquímedes, Aristarco, Xenócrates o Pitágoras, entre otros. Hemos mencionado a Hermes, iniciador del Hermetismo, tan perseguido por la Iglesia durante siglos; tampoco debe inquietarnos encontrar al mismísimo dios Pan tocando música, continuador del culto a la fertilidad en todas sus facetas, y responsable de que al propio Satanás se le representara como macho cabrío (sin duda inspirado en este dios pagano grecorromano).

Detalle de alguno de los frescos que decoran la enorme biblioteca del palacio de El Escorial, donde podemos ver al rey Salomón debatiendo con la reina de Saba sobre un cuadro mágico. En el mantel, escrito en hebreo, la idea de Pitágoras de que todo puede ser referido a números (peso, altura y profundidad). El dios Pan. Pitágoras (esquina inferior derecha), junto a un personaje que toca una flauta y sostiene la piel de un león (¿la música amansa a las fieras?).

            Aún a riesgo de repetirme, ¿qué hay en todo esto que nos muestre al monarca Felipe II como un cristiano intransigente? Estamos ante la obra de un monarca, el de mayor poder de su época, que pone su palacio de espaldas a los accesos, vuelto hacia la gran mole granítica de Guadarrama. Se hace construir un palacio con una decoración totalmente sobria, cuyo interior albergará los preciosos frescos de la biblioteca, más de 17.000 libros de todo tipo y autor (más de 130 de ellos estaban en las listas inquisitoriales de libros prohibidos), cuadros de los más afamados pintores y el panteón real. Las puertas principales resultan ser del servicio, las del rey con frecuencia están semiocultas, cubiertas con bóvedas que imitan cuevas, y en el lugar más relevante del edificio, la academia esotérica, la biblioteca con su laboratorio de alquimia, en manos de Arias Montano y de otros personajes no bien vistos por la Iglesia. Todo el recinto, a pesar de su simetría, termina resultando un descomunal laberinto de pasillos, muy similares entre sí, en el que nada es lo que parece. De hecho, se juega de tal manera con la geometría que puertas que parecen estar arrinconadas, en verdad están en el perfecto centro de la sala, o zonas que parecen resaltarse como vía para acceder a un lugar importante del recinto, en realidad mueren ahí.
            Considero que el gran fallo de los historiadores ha sido valorar al rey sólo por sus campañas contra el turco (Lepanto), los protestantes ingleses (La Armada Invencible y la Contra-armada), los rebeldes holandeses (Flandes) y otras actuaciones de “alta política”, desentendiéndose de la interpretación del Escorial, sin desentrañar todo su simbolismo, que aporta información importante para completar todas las facetas de este gran personaje de nuestra historia, ya que mientras en sus acciones el rey trata prioritariamente de evitar que las fronteras de su reino se reduzcan, en este edificio se entregó en cuerpo y alma, comenzándolo cuando tenía 36 años y finalizándolo con 57. Son numerosas las referencias que mencionan las visitas del monarca a las obras, supervisando cada mínimo detalle y obligando a cambiar lo realizado si no estaba de acuerdo con ello.
            Es muy conocido el grabado que realizó Arias Montano del rey y que incluyó en una de sus obras, donde mostraba el paralelismo entre el rey sabio Salomón y el monarca Felipe II, al que representa junto a un compás y una escuadra (en la imagen a continuación), dominando la Geometría Sagrada. Recordemos que Salomón hablaba “el lenguaje de los pájaros”, como en la Edad Media se referían soterradamente a la alquimia. Resaltemos igualmente cómo Salomón adoraba a un único dios, pero terminó honrando igualmente a numerosas deidades paganas relacionadas con la Naturaleza, sus ciclos y la fecundidad (según las malas lenguas, por influencia de la reina de Saba).


            De hecho, como se muestra en la imagen anterior (arriba a la derecha), en la biblioteca del Escorial existe un fresco que representa el Concilio de Nicea, con los “padres de la Iglesia” rodeando a uno que no duda en quemar abiertamente un documento. Recordemos que en dicho concilio se aprobaron cosas tan decisivas como la divinidad de Jesucristo, Hijo de Dios, que resucitó; la condición de María Magdalena (prostituta o no); o incluso la propia Biblia (según se cuenta, los evangelios existentes, todos, se dejaron una noche en una sala vacía, bajo cerrojo, y a la mañana siguiente sólo cuatro seguían sobre la mesa, el resto estaba en el suelo, como claro rechazo a su contenido por parte de Dios y claro está, fueron eliminados). ¿Estaba Felipe II cuestionando el mismísimo cristianismo, a través de dicho fresco?.

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